Por frente a la ventana, donde me he sentado a coser, acaba de pasar, lento y pesado, un carro lleno de trigo. En la calle ha quedado un reguero de pajuelas y espigas amarillas y brillantes. Y todo mi corazón se va tras ellas y mis ojos no se cansan de contemplarlas y mis dedos tamborilean en los vidrios de la ventana, con ansias de traspasarlos y alargarse hasta palpar ese rastro dorado. Cuándo era niña, ¡cuanto me gustaba jugar en las parvas de trigo! Mi cabello rebelde y negro tomaba reflejos dorados bajo las pajitas brillantes que se prendían a él. Era en la época en que el aire es tibio y el viento tiene olor a margaritas. Yo era una chicuela salvaje y alegre y mis ojos no tenían entonces esta expresión ávida y triste que tienen ahora.
De El cántaro fresco
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Q U I N T O A Ñ O C E S C U E L A Nº 6 D U R A Z N O
Un espacio para aprender y compartir para niños de los quintos y sextos años de las escuelas uruguayas.
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viernes, 18 de octubre de 2013
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